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© ARMEND NIMANI/AFP/Getty Images

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Cómo un padre de familia de Chipre terminó en una cárcel húngara acusado de “terrorismo”

Por Kartik Raj (@Kartik__Raj), responsable de campañas de Amnistía Internacional en Europa,

Una noche de verano del año pasado, Ahmed estaba en su casa en Chipre con su esposa Nadia y sus hijos de corta edad, cuando recibió la llamada que daría un vuelco a su vida.

“Era su madre, que llamaba desde Siria”, recuerda Nadia. “Le dijo que había una tregua en el bombardeo de su ciudad y que se marchaban. Necesitaban ayuda”. La llamada puso en marcha la cadena de acontecimientos que llevaría a Ahmed a donde está hoy: encerrado en una cárcel húngara, acusado de cometer un “acto de terrorismo”.
Una noche de verano, Ahmed recibió la llamada que daría un vuelco a su vida.
Kartik Raj, Amnistía Internacional
Mientras sus ancianos padres emprendían el peligroso viaje a Turquía con su hermano, su cuñada y sus sobrinos y sobrinas, Ahmed se preparó para poner su vida entre paréntesis y ayudar a todos a alcanzar la seguridad en Europa. Su dominio del inglés y del griego, y su condición de residente de la UE, lo ayudarían a allanar su difícil viaje. Eso creía. Una semana después de la llamada, Ahmed había vendido su coche y su camioneta para obtener dinero y viajó a Estambul, donde tuvo un emotivo reencuentro con su familia. Allí encontraron a un traficante de personas que los llevaría a las islas griegas en un bote neumático. Ahmed podía haberse dirigido a las islas por las rutas normales, pero como era el único miembro de la familia que sabía nadar, hizo con ellos la peligrosa travesía. Desde Grecia, la familia viajó a través de la ex República Yugoslava de Macedonia y Serbia, y llegó a Hungría justo cuando estaban cerrando el paso fronterizo.

Pancarta pidiendo la liberacion de Ahmed. © facebook MigSzol Csoport‎DEMO

Imágenes de noticieros tomadas entonces muestran a Ahmed con un megáfono, pidiendo a los refugiados y a la policía que mantuvieran la calma
Kartik Raj, Amnistía Internacional.
El 16 de septiembre de 2015 Ahmed y su familia estaban entre los centenares de personas refugiadas atrapadas en el paso fronterizo de Röszke/Horgoš cuando estallaron los enfrentamientos con la policía húngara. La gente trató de pasar por la entrada y por la valla fronteriza levantada por las autoridades húngaras. La policía húngara respondió con gas lacrimógeno y un cañón de agua, causando lesiones a decenas de personas. Imágenes de las noticieros tomadas entonces muestran a Ahmed con un megáfono, pidiendo a los refugiados y a la policía que mantuvieran la calma, pero cuando los enfrentamientos se intensificaron, Ahmed reconoció ante el tribunal que participó en el lanzamiento de piedras. Ese día detuvieron a decenas de personas, incluidos el padre de Ahmed y su madre, que tiene problemas de visión. Los padres de Ahmed, junto con otras ocho personas, fueron acusados de “entrada ilegal” mientras participaban en un “disturbio multitudinario” y pasaron los siguientes ocho meses en una cárcel húngara; no salieron en libertad hasta julio. Tras ser excarcelados, Ahmed y el resto de la familia logró llegar hasta Budapest. En una estación de tren de esa ciudad, la policía detuvo violentamente a Ahmed y se lo llevó a rastras a pesar de las súplicas de su familia, que dijo que llevaba sus pasaportes. Lo irónico del caso fue que la policía húngara utilizó el hallazgo de los pasaportes en la bolsa de Ahmed como parte de las pruebas empleadas para retratarlo como un “terrorista”. Ahmed fue acusado de cometer un “acto de terrorismo”, más los mismos cargos que habían presentado contra sus padres. El caso de Ahmed es consecuencia de la tormenta perfecta creada por el terrible ataque del gobierno húngaro contra los derechos de las personas migrantes y refugiadas y sus nuevas, draconianas y ultrarrápidas medidas antiterroristas. El pasado mes de julio, el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, calificó la llegada de personas refugiadas a Europa de “veneno”, afirmando de forma disparatada que “cada persona migrante representa un riesgo para la seguridad pública y de terrorismo”. En las siguientes semanas, otros ministros y funcionarios ministeriales se hicieron eco de estas infundadas afirmaciones. Uno de ellos insinuó que inmigración y terrorismo “van de la mano”. Otro declaró que había una “conexión demostrable” entre ambos, sin ofrecer ninguna prueba.
El uso de competencias antiterroristas contra una persona implicada en enfrentamientos en la frontera es una demostración absurda y escalofriante de la radical respuesta de Hungría a la crisis de refugiados.
Kartik Raj, amnistía Internacional
Este año, el gobierno de Hungría aprobó una reforma de la Constitución y de las leyes relacionadas que confería al primer ministro competencias amplias y prácticamente ilimitadas para declarar una “situación de amenaza terrorista”. En resumen, los cambios permiten a las autoridades húngaras declarar el estado de excepción y aprovecharlo para aplicar medidas excepcionales que infringen sus obligaciones en materia de derechos humanos. El uso de competencias antiterroristas contra una persona implicada en enfrentamientos en la frontera es una demostración absurda y escalofriante de la radical respuesta de Hungría a la crisis de refugiados. “Me parece haber vivido el último año en una realidad paralela, con Ahmed encarcelado en otro país. Parece totalmente irreal”, me dijo Nadia. “Nuestros hijos lo extrañan mucho. Ahmed es un padre excelente y un excelente esposo. No es un terrorista”.

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