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El personal sanitario ofrece atención personalizada y educación en salud para mejorar el bienestar de la gente del pueblo. © AI

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Isabel Zendal, la historia del primer viaje sanitario internacional olvidado durante siglos

Por Alberto Senante (@asenante), colaborador Amnistía Internacional España,
En el Día Mundial de la Enfermería recordamos la figura de Isabel Zendal, enfermera gallega que a comienzos del siglo XIX cruzó el Atlántico para llevar a cabo un plan audaz que salvaría innumerables vidas en toda América. Una pionera de la salud pública que merece ser recordada por mucho más que un controvertido hospital.

El 30 de noviembre de 1803, mientras Europa se desgarraba en las guerras napoleónicas, un barco partía del puerto de A Coruña con una misión ambiciosa: llevar la vacuna de la viruela a América. A bordo, junto a médicos y marineros, viajaban 22 niños y una única mujer. Su nombre, Isabel Zendal. La partida de la embarcación suponía el inicio de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, que a día de hoy se considera la primera misión internacional de salud pública de la historia.

El barco María Pita, zarpando de La Coruña en 1803

El barco María Pita, zarpando de La Coruña en 1803, grabado de Francisco Pérez. Public domain

El plan Balmis, llevar una vacuna en brazos

Hasta el descubrimiento de la primera vacuna por parte del médico inglés Edwar Jenner en 1796, la viruela era una de las enfermedades más letales del mundo. Hacía estragos en toda Europa, y aún más en América, donde la población indígena no tenías defensas naturales ante ella. Se calcula que en esa época podía cobrarse 400.000 vidas al año en todo el mundo.

Una vez comprobada la vacuna en España, el médico del Rey Carlos IV, Francisco Javier Balmis, fue quien propuso llevar este remedio preventivo a las llamadas colonias de ultramar, es decir, gran parte de América y Filipinas. Pero en ese tiempo no existían las neveras, ni ninguna otra forma de conservar el suero más allá de unos días. ¿Cómo transportarla, entonces, a través del Atlántico en un viaje que, si todo iba bien, duraba varias semanas?

La idea de Balmis fue terrible y brillante a la vez: llevar niños sanos e ir pasándoles el virus de brazo en brazo cada pocos días, para mantenerlo activo durante el tiempo que durase la navegación. Una “cadena humana” de contagio controlado debía cruzar el océano. Y para conseguirlo, fue clave la actuación de Isabel Zendal, una enfermera sin formación oficial pero con experiencia en la Casa de Expósitos de A Coruña. Y sobre todo, templanza y valor para enfrentarse a un reto de este calibre. Zendal fue quien cuidó a los 22 niños que formaron esa cadena para mantener viva la vacuna. De ellos, 21 eran huérfanos. El otro era su propio hijo. Ella los cuidó y los curó cuando enfermaban, salvando no sólo sus vidas sino la posibilidad de vacunar a todo un continente.

La expedición fue un éxito absoluto. Se calcula que llegaron a vacunar a unas 250.000 personas en América, principalmente en Centroamérica y norte de Sudamérica, contribuyendo así a la inmunización de la comunidad. Al igual que sucede todavía hoy, hubo muchos que se opusieron a que se vacunase a sus hijos e hijas, pero el plan siguió adelante. Balmis creó en México las juntas de vacunación y una vez comprobó que funcionaba según sus directrices, emprendió viaje a Filipinas. Una vez más, convirtió a una veintena de niños como “neveras naturales” para conservar la vacuna y otra vez con la enfermera gallega a su lado para cuidarlos en todo momento. Diez años después de aquella salida desde A Coruña terminaron el viaje que el prestigioso naturalista Alexander von Humboldt calificaría como “el más memorable en los anales de la historia”.

“Con el excesivo trabajo y rigor de los diferentes climas que hemos recorrido, perdió enteramente su salud, infatigable noche y día ha derramado todas las ternuras de la más sensible madre sobre los angelitos. Los ha asistido enteramente en sus continuadas enfermedades”. Así describió Balmis el trabajo y la dedicación de Zendal en este segundo viaje.

 Olvido y polémica de Isabel Zendal

A pesar del éxito de su labor, durante casi dos siglos, el nombre de Isabel Zendal fue borrado de los manuales escolares, los homenajes oficiales y los libros de medicina. Solo aparecía, brevemente en alguna referencia cuando se relataba el plan de Balmis como “la mujer que cuidaba de los niños”. No fue hasta 1950 cuando le llegó el primer reconocimiento oficial a su figura, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) le señaló como laprimera enfermera en una misión internacional de salud pública.

En el siglo XXI su historia fue poco a poco dándose a conocer. En libros como Los niños de la viruela, un relato novelado de María Solar sobre la expedición, pero también en cómics, obras de teatro, o la película “22 ángeles”.

Pero el reconocimiento con más repercusión estuvo envuelto en una fuerte polémica. En 2020, en plena pandemia de COVID-19, el gobierno de la Comunidad Madrid decidió poner su nombre a un nuevo hospital de emergencias, construido con urgencia y muy criticado por el personal sanitario por sus altos costes, la falta de participación y por privar de profesionales a otros centros.

Quizás por esto, resulta más necesario reclamar que el nombre de Isabel Zendal debería remitirnos a una figura excepcional, una pionera de la enfermería, de la salud pública, de la cooperación internacional. Y que su historia, ante todo, nos recuerda que la salud es un bien común, que los virus y los medicamentos no entienden de fronteras, y que siempre hay margen para la audacia y la resistencia ante los males que parecen inevitables.

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