Raha Bahreini, de nuestro equipo de Irán, describe cómo Amnistía Internacional ha conseguido crear conciencia sobre la pena de muerte y salvar la vida de personas condenadas en Irán por delitos cometidos cuando eran menores de edad.
Todo empieza con una angustiada llamada
Nuestra persona de o nos informa de que acaban de acaban de trasladar al módulo de aislamiento –último paso antes de la ejecución– a una persona condenada por delitos cometidos cuando tenía menos de 18 años. Ésta es, con frecuencia, la primera noticia que recibimos sobre el o la joven en cuestión, y su desesperada situación. ¿Por qué? Porque las familias de las personas condenadas a muerte suelen temer represalias si hablan del calvario que están pasando sus seres queridos, y a veces piensan que la presión internacional y las campañas públicas sólo servirán para complicar la situación y acelerar la ejecución. En ocasiones, las propias autoridades les ofrecen falsas garantías y les aseguran que, si no divulgan el caso, tal vez perdonen la vida a sus seres queridos. A menudo, cuando solicitan nuestra intervención es cuando las promesas de las autoridades se revelan huecas, y quedan pocos días para la ejecución.“Entonces recibimos la llamada y comienza una carrera contrarreloj en la que ganar es, más que nunca, una cuestión de vida o muerte”Raha Bahrein
Una carrera contrarreloj
Cuando recibimos la llamada, comienza una carrera contrarreloj en la que ganar es, más que nunca, una cuestión de vida o muerte. A toda prisa, recopilamos documentos judiciales y testimonios, que contrastamos con ayuda de fuentes fidedignas. Trabajamos sin perder un minuto y bajo presión, en colaboración con nuestros compañeros y compañeras de prensa y campañas, para publicar un comunicado de prensa y enviar llamamientos urgentes a nuestra red de activistas. Coordinamos nuestras iniciativas con todas nuestras oficinas globales y organizamos tormentas de mensajes en Twitter, campañas de envío de cartas y acciones por correo electrónico, en las que instamos a nuestros activistas a generar un movimiento mundial de indignación en torno al joven o la joven que, hasta pocos días atrás, sufría en su celda en régimen de aislamiento esperando la ejecución. Después, una vez agotadas todas las vías, sólo queda esperar. Es entonces cuando nos sentimos impotentes, al imaginar la soledad y el temor de esa persona en su celda. Nos mantenemos al habla con nuestras personas de o y buscamos con denuedo noticias. En Irán hay varias horas de diferencia con Londres y las ejecuciones se consuman al amanecer, así que nos mantenemos en vela, mirando nuestros teléfonos a la espera de buenas noticias y temiendo lo peor.Vidas salvadas
Nuestro mayor sentimiento de alivio llega cuando nos enteramos de que hemos salvado una vida, como ocurrió en el caso de Alireza Tajiki, cuya ejecución evitamos en abril de 2016. Lo habían detenido cuando tenía sólo 15 años, y en 2013 fue condenado a muerte, en virtud de “confesiones” extraídas bajo tortura. Cuando nos enteramos de la fecha de su ejecución, teníamos sólo cuatro días para salvarlo. Sin embargo, en esos cuatro días, conseguimos que cientos de personas enviaran llamamientos a las autoridades de Irán, mientras que nosotros llevábamos a cabo gestiones diplomáticas. ¡Y funcionó! Las autoridades paralizaron su ejecución 24 horas antes del momento que habían elegido para que Alireza Tajiki muriera ahorcado. Tristemente, fue una victoria cortoplacista: Alireza Tajiki fue ejecutado en agosto de 2017.
Saman Naseem, cuya condena a muerte fue finalmente anulada tras la intervención de Amnistia Internacional. © Particular
La ejecución de Mohammad Reza Haddadi ha sido aplazada seis veces. © Particular
El poder de un movimiento
Miles de personas de todo el mundo han alzado la voz para denunciar el uso ilegítimo de la pena de muerte en Irán, donde se ejecuta a personas condenadas por delitos cometidos cuando eran menores de edad, y se conculca así el derecho internacional. Estas iniciativas han arrojado algo de luz sobre el padecimiento de más 16 jóvenes que se consumen recluidos y condenados a muerte en Irán. Asimismo, han conseguido incrementar al máximo el precio que deben pagar las autoridades iraníes, en forma de descrédito, por las ejecuciones de menores. Con ayuda de los y las simpatizantes de Amnistía Internacional, hemos cosechado fantásticos resultados para Alireza, Salar y Saman. Sin embargo, nuestro trabajo está lejos de acabar. Tal vez la amenaza de ejecución inminente haya pasado para estos y otros jóvenes que crecen condenados a muerte en Irán, pero aún les queda por delante una cruel espera. Hace poco, gracias a una nueva campaña pública de apoyo, se aplazó por sexta vez la ejecución de Mohammad Reza Haddadi, condenado a muerte hace 12 años, por un delito cometido cuando él tenía 15. Así que nuestra lucha continúa, hasta que las autoridades dejen de condenar a muerte a personas por delitos cometidos cuando eran menores de edad, y ningún menor se enfrente a la horca en Irán.Al mismo tiempo en Benín...: ¡actúa!
¡URGENTE!¡Necesitamos tu firma! A pesar de que el Gobierno de Benín ha prometido que no serán ejecutados, todavía 14 personas se encuentran en el corredor de la muerte sin saber cuál va a ser su destino. Aunque el país ha dado pasos importantes hacia la abolición de la pena de muerte estas personas permanecen encarcelados, en terribles condiciones y sin saber qué va a ser de su futuro. Apoya la campaña para pedir que se conmute sin demora la pena de muerte y acabar con el sufrimiento de los presos que llevan entre 18 y 20 años.